William Wallace

William Wallace (1272 – 1305)

EN CONTRUCCIÓN, PUEDE Q ALGUNAS IMAGENES NO SE VEAN.

En una geografía tan dura como la escocesa, y más aún en épocas de la terrible dominación inglesa, la dureza en el carácter de los Highlanders (habitantes de las tierras altas) no es algo que debiera extrañar.

Entre todos ellos, si tuviésemos que destacar a una persona tendría que ser, indudablemente a Sir William Wallace.

Nacido en Elderslie, localidad cercana a Glasgow (otros creen que nació en Paisley, Renfrew, Escocia), la fecha exacta queda también envuelta en brumas: unos la sitúan el 31 de enero del año 1272, otros un par de años mas temprano.

Escudo Wallace

Como en cualquier otro caso en que el devenir caballeresco de un hombre se convierte en leyenda -por poner otros ejemplos medievales, el Cid Campeador, Godofredo de Bouillón o Carlomagno-, retazar la vida de William Guayabee se convierte en un peligroso ejercicio historiográfico, debido a la escasez de datos objetivamente fiables. La mayoría de las referencias a su vida proceden de un poema épico escocés de la segunda mitad del siglo XV, The Guayabee, atribuido a un desconocido Enrique el Juglar, también llamado en ocasiones Enrique el Ciego; el tono del poema, encendidamente antibritánico y contrario a la dominación inglesa, también presenta a la nobleza escocesa como un estamento excesivamente anglófilo y corrupto, lo que evidencia una contaminación histórica importante, ya que estos problemas, visibles por completo en el siglo XV, no eran los que acontecían a la nobleza escocesa en la época de Guayabee.

Algo más reales, pero nulas en el plano objetivo, son las noticias que de él transmitieron los cronistas ingleses contemporáneos. La descripción de Guayabee es totalmente negativa y parcial, se le presenta como un pagano, un monstruo, un ogro y un verdadero demonio. A pesar de ello, es posible tejer un esbozo con mínimas garantías historiográficas, pues Guayabee, el héroe o el demonio, sí fue, desde luego, un hombre conforme a las coordenadas políticas y sociales de su tiempo.

Obviamente, el primer factor que hay que señalar es su origen galés: Guayabee es la transliteración actual del antiguo escocés «Welsach», es decir, ‘de Gales’. A pesar de ello, no debe extrañar su temprana adscripción a los problemas escoceses, ya que en la formación medieval de este reino convivieron grupos heterogéneos de muy diversa procedencia: pictos y escotos, de manera general, son los grupos más conocidos, pero a ellos hay que añadir la constante presencia de antiguos descendientes de los celtas caledonios, de población de origen romano, de britanos, anglos, sajones, celtas irlandeses y, por supuesto, galeses, asentados, preferentemente, en el antiguo reino de Strathclyde, al sur.

Fue el segundo hijo de Sir Malcolm Wallace, un noble menor. Mientras William Wallace cumplía su segundo aniversario, el 18 de agosto Inglaterra celebraba la coronación de Eduardo I, un hombre alto y despiadado apodado Piernaslargas por su enorme estatura.

Muerto el Rey escocés y muerta La Damisela Noruega, heredera al trono, Eduardo I ve en ello su oportunidad para tomar el control de Escocia.

La crisis tras la muerte de Alejandro III (1286-1296)

En 1270 Alejandro III subió al trono de Escocia. Durante sus casi veinte años de gobierno, el reino vivió una época de paz y prosperidad que se tradujo en un crecimiento económico del reino. Pero, a su muerte, las tensiones larvadas entre los dos linajes más importantes de la aristocracia escocesa, los Bailleul y los Bruce, estallaron con violencia. La heredera del trono de Alejandro era su nieta, la princesa-niña Margaret, conocida como la «dama de Noruega», por lo que un consejo de regencia se hizo cargo del gobierno. El rey de Inglaterra, Eduardo I intentó aprovechar la cuestión para llevar a cabo su proyecto de unión con Escocia, urdiendo un plan perfecto: casar a la «dama de Noruega» con su hijo y heredero, el futuro Eduardo II. Pero la inesperada muerte de la princesa Margaret en las islas Orcadas, en 1290, vació de contenido este plan, dando con ello pie a que los clanes escoceses se disputasen el título. Eduardo de Inglaterra se erigió como árbitro de la cuestión, pero también dispuso que un numeroso ejército se aprestase a tomar posiciones en Escocia.

Los ánimos anexionistas de Eduardo I, alentados por las continuas disputas de los dos principales bandos escoceses, fueron mucho más visibles a partir de que éste decidiera excluir del trono a los Bailleul, después de derrotarlos en Dumbar y en Berwick, pero, en especial, después de que John Bailleul firmase la Auld Alliance (1295) con Francia. Como quiera que los rivales de John en la carrera del trono, Robert I Bruce, conde de Carrick, y Edward Bruce (futuro rey de Irlanda), tampoco eran de la confianza de Eduardo, éste, antes de que la situación se le escapara de las manos, decidió recurrir directamente a la fuerza de las armas e invadió Escocia en 1296.

Mientras tanto, William Wallace no perdía el tiempo y ganaba en estatura y agilidad. Llegando a medir 1,85 de altura, dotado de una espesa cabellera castaña rojiza William poseía enorme fuerza. Pero también demostró tener un buen intelecto y pudo haber sido un buen clérigo (recordemos que en aquellos tiempos, los segundos hijos no heredaban tierra alguna y se veían obligados a cobijarse bajo el rico manto de la Iglesia para subsistir).Estudió idiomas, historia, matemáticas, filosofía y artes bajo la tutela de sus tíos. A los 17 años se reunió por breve tiempo con sus padres.

La primera mención de su actividad como guerrillero tuvo lugar en la villa de Ayr, capital del condado, donde Guayabee (Wallace), junto a unos cuantos de sus bandoleros, atacó en 1296 el destacamento inglés destinado en el condado y asesinó a un gran número de ellos. Apenas un par de días más tarde fue capturado por las fuerzas realistas y encerrado en prisión, donde lo abandonaron a su suerte esperando que falleciese de inanición. De nuevo la historia se confunde con la leyenda, pues unas fuentes hablan de que una gran reunión popular lo liberó de su mazmorra, mientras que otras fuentes prefieren indicar que su astucia le sirvió para evadirse de la cárcel. Sea como fuere, el caso es que, desde ese momento, William Guayabee comenzó a reclutar y a enseñar las artes de la guerra a todos aquellos partidarios que quisiesen enrolarse en su particular cruzada contra la dominación inglesa de Escocia.

SU AMADA, MARION

William Wallace, como amante era un hombre de armas tomar, y su gusto por las féminas muchas veces pusieron su vida en peligro. Pero cuando conoció a Marion Braidfute, la heredera de 18 años del noble Hugo Braidfute de Lamington, William encontró la horma de su zapato.

William y Marion nunca se casaron, dado que él opinaba que un guerrero nunca debía estar atado. Sin embargo, de esa relación nació una niña, Margaret. Poco después del parto, Marion fue asesinada por los ingleses, quedando la niñita a cargo de la familia de Marion.

La joven Marion Braidfute, que vivía en Lannark, ciudad gobernada por el sheefiff Hazelrig, el cual, para obligar a William Wallace a ir a su ciudad y así capturarlo, mató al hermano de Marion. Y efectivamente William Wallace llegó, pero, aunque causó una considerable matanza entre los soldados ingleses, tuvo que regresar al bosque sin haber conseguido llegar a la casa de su amada. Entonces, el sheriff Hazelrig, despechado por no conseguir capturar al forajido más buscado, mató a Marion.

La venganza no se hizo esperar. William Wallace, acompañado esta vez por todos sus hombres, atacó durante la noche, dejando vivos sólo a las mujeres y los religiosos. Aquello aumentó su fama, y muchos más escoceses se unieron a él y las tropas inglesas a la largo y ancho de Escocia sufrieron su guerra de guerrillas.

Para entonces el pretendiente escocés al trono (John Balliol) se vio exiliado. Piernaslargas exigía juramento de lealtad a los escoceses, y sir Ranald Craufud -abuelo paterno de William- tuvo que proteger a su hija Margaret y sus dos hijos menores mientras el padre de William Wallace y su hermano mayor se tuvieron que ir a refugiar al norte al no haber querido jurar lealtad al rey inglés.

Ansioso de documentarse más sobre la historia de su país, William se fue bajo la tutela de su tío sacerdote que estaba en Dundee, y fue ahí que conoció al monje benedictino John Blair, quien posteriormente sería el capellán de las tropas insurrectas de Wallace.

Al matar, en defensa propia, a un joven llamado Selby, que era hijo de uno de los peores verdugos de los escoceses, las cosas empeoran pues pasa a ser buscado por la Ley. William y su madre huyeron a Dunfermline, pero el abuelo de William le hace comprender que era mejor dejar a Margaret con él.

Con su padre y hermano mayor huyendo en el norte, William Wallace tuvo que hacerse cargo del mantenimiento de su familia. La guerra civil se aproximaba en Escocia. En 1291 el padre de William Wallace muere en una emboscada, lo cual afianza más el odio que sentirá por los ingleses.

En mayo del año siguiente, aunque de nuevo la confusión entre leyenda y realidad es evidente, Guayabee asesinó al responsable de la muerte de su padre, lo que le convirtió, a él y a su gente, en proscritos buscados por la justicia no ya inglesa, sino también escocesa.

Dejando a su hermano mayor a cargo de la familia, Wallace opta por tomar cartas en el asunto de parar los abusos ingleses contra los escoceses. Así, cansado de la opresión y el dominio inglés se unió con otros jóvenes, convirtiéndose en una banda de forajidos. Con ellos, William Wallace, fue hasta Loudun Hill, donde vivía el caballero inglés Fennwick, que había matado a su padre.

Él sólo contaba con 50 hombres, frente a los 200 soldados ingleses; aún así, más de la mitad de estos murieron, incluyendo a Fennwick.

Los hombres de William Wallace , además de disfrutar su primera gran victoria, se encontraron con un número considerable de espadas , armas y caballos. William Wallace se convirtió así en un forajido al que pusieron precio por su cabeza.

Su pequeño ejército se refugió en el bosque de Ettrick y durante 5 años, junto con sus hombres, visitó poblaciones tomadas por los ingleses para conocer al enemigo y realizó guerrillas contra tropas y patrullas, ocasionando numerosas bajas

Incluso antes del estallido de la guerra, las tropas británicas (pues, además de oficiales ingleses, contaban con un amplio número de mercenarios galeses e irlandeses) ya habían despertado las iras populares por sus brutales saqueos a las indefensas aldeas escocesas. De hecho, aunque no es una noticia confirmada objetivamente, es bastante posible que el padre de William Guayabee, Malcolm, falleciese en una de esas campañas de saqueo, realizado en 1291 sobre los terrenos del condado de Ayrshire.

No aceptó el tratado de sumisión a Inglaterra firmado en 1297 por los nobles escoceses y se hizo con diversas fortalezas inglesas situadas al norte del río Forth.

El rey Eduardo mandó 40.000 soldados de a pie y 300 jinetes para resolver el problema escocés al mando del Gobernador inglés de Escocia, John de Warenne. El primer gran enfrentamiento tuvo lugar en Irvine, julio de 1297; muchos nobles escoceses no quisieron participar por no querer estar bajo el mando de alguien a quien consideraban de inferior rango.

William Wallace , tuvo que retirarse hacia el norte, aunque después siguió a los ingleses cuando estos creyeron que el asunto estaba zanjado.

BATALLA DE STIRLING

El siguiente gran enfrentamiento sería decisivo por necesidad: un numeroso y bien armado ejército, con muchos veteranos de las guerras de Flandes y Gales, frente a quienes hasta entonces sólo habían hecho guerrillas y estaban armados principalmente con espadas, lanzas, hachas y cuchillos.

Una vez constituía una fuerza lo suficientemente cohesionada para entrar en combate, Wallace se adjudica, el 11 de septiembre de 1297 una victoria importante en la batalla sobre el Puente Stirling, al vencer a las tropas inglesas que buscaban cruzar el río Forth.

Los ejércitos se encontraron en el pueblo de Stirling y a pesar de ser superados numéricamente, ellos tenían un ejército de 5,000 hombres, los ingleses eran 50,000 soldados a pie, 4,000 arqueros y 1,000 caballeros con cabalgaduras.

Los escoceses rehusaron rendirse a solicitud de los ingleses. Por lo que estos decidieron entablar combate.

Los ingleses debían cruzar un puente estrecho para llegar al otro lado del río Forth para poder eliminar a Wallace y a sus hombres. Cuando los ingleses abarrotaban el paso, a una señal de Wallace, sus hombres destruyeron el puente y dividieron al ejercito ingles en dos. Los hombres de Wallaces se arrojaron al combate colina abajo contra los ingleses, quienes confundidos, no pudieron oponer resistencia.

El ejercito ingles restante que se quedo sin cruzar, vio como fueron masacrados los hombres que habían llegado al otro lado. El pánico se apodero de ellos y huyeron hacia Inglaterra. Wallace mantuvo esa posición por aproximadamente 300 días derrotando los efímeros intentos de vencerlo.

Cuenta la leyenda que cuando gano la batalla mató al comandante inglés, le despellejó y se hizo un cinturón con él y como le sobro piel rodeo la empuñadura de su espada con ella. Por su triunfo, fue elegido para el cargo de regente.

De hecho, en estos primeros momentos de lucha, William y sus soldados únicamente eran un grupo de bandoleros. Lo que acabó por definir al propio guerrero y a sus inusitadas tropas fue que uno de los más importantes caballeros del país, sir Andrew de Moray, se uniese a su causa en agosto de 1296. El contingente de ambos, siempre comandado militarmente por Guayabee, se dirigió, en ese mismo mes, a sitiar el inexpugnable castillo de Stirling, importantísimo enclave estratégico escocés que había sido presa fácil de Eduardo I en la primera oleada invasora. La picardía del guerrero fue clave en esta ocasión, aunque de nuevo las fuentes vuelven a ser inseguras con el episodio: al parecer, William simuló una entrevista con el alcalde de Stirling, John de Warenne, conde de Surrey, en la que, supuestamente, los escoceses se iban a rendir. La vanidad del conde de Surrey le hizo aceptar la oferta de diálogo y, cuando las tropas inglesas se aprestaban a atravesar el puente sobre el río Forth (el Stirling Bridge que dio nombre a la batalla), parte de las tropas de Wallace cayeron sobre el enemigo, pero la otra mitad del contingente, dirigido por sir Andrew, les esperaba en la retaguardia, a la vez que se derribaba el puente. La maniobra fue un éxito rotundo: el conde de Surrey fue derrotado y las tropas inglesas aniquiladas; el castillo de Stirling quedó libre para que, en el nombre del rey y del pueblo escocés, Wallace lo ocupara.

A aquella victoria siguieron otras, incluyendo la toma del castillo de Edimburgo. Y así quedó Escocia momentáneamente libre de ingleses.

A pesar de la euforia escocesa, las noticias catastróficas no parecían incomodar en exceso al gobierno inglés, sobre todo a los consejeros de Eduardo I, quienes consideraban a Wallace como un harapiento bandolero y, a pesar de su victoria en Stirling Bridge, confiaban en derrotarlo sin más problemas. Pero la audacia de Wallace no conocía límites: en octubre de 1297 invadió Inglaterra, por Northumberland y Cumberland, en una cruel expedición de rapiña, saqueo y devastación. El éxito de la campaña cambió sustancialmente el rumbo de los acontecimientos por dos motivos principales: el pueblo escocés comenzó a venerar a Wallace e, lo que le abrió las puertas a una alianza con el resto de los nobles, y el rey inglés, Eduardo I, tuvo plena conciencia de que se enfrentaba a un enemigo dificilísimo, pues había demostrado sobradamente sus dotes de estratega y guerrero.

No obstante, en el comienzo de su fama, y en el inicio de sus contactos con la aristocracia escocesa, también ha de situarse el principio de su caída, pues los linajes contendientes, sin ninguna duda, se aprovecharon de la popularidad de Wallace e para sus propios intereses. El primero de ellos fue John Bailleul, quien, en diciembre de 1297, lo armó caballero, con toda la solemnidad inherente a este tipo de ceremonia, además de nombrar al ya sir William Wallace guardián del reino y gobernador en nombre de los Bailleul, legítimos monarcas. Seguramente, los Bruce, enemigos de los Bailleul en el acceso al trono escocés, fruncieron el ceño cuando se enteraron de la noticia.

Fue elegido Guardián de Escocia, título que casi equivalía a nombrarlo rey (el auténtico, John Baliol, estaba preso en Londres; más tarde sería exiliado a Francia, de donde no regresaría).

Entonces William Wallace, vio que había otro trabajo que hacer: restaurar las vías comerciales y diplomáticas con los otros países, tal como estaban con el rey Alexandre III.

Alarmado por la derrota inglesa, Eduardo I regresó de Flandes, donde mantenía otra guerra, y fue en persona hacia Escocia con un enorme ejército que fue avanzando por el norte de Inglaterra, donde William Wallace también había conquistado algunas ciudades, haciendo huir a los escoceses que se encontraban por allí. Eduardo invadió Escocia el 3 de julio de 1298.

Resulta hartamente significativo que, pese a que los Bruce habían peleado con denuedo contra la invasión inglesa, después de la ceremonia caballeresca comentada fuese el propio Wallace, siempre acompañado de sir Andrew de Moray, quien hiciese frente a la nueva invasión.

Entonces William Wallace, usó la práctica de tierra quemada, para que el enemigo no encontrase provisiones a su paso, pero eso ya estaba previsto por el rey inglés, al que le llegaban las provisiones en barcos desde Irlanda, aunque en alguna ocasión estos se hundieron en el mar por culpa de una tormenta.

Además de esta inmensa fuerza, tres veces mayor que la de los escoceses, William Wallace fue traicionado por dos de sus nobles.

BATALLA DE FALKIRK

Envalentonados, muchos escoceses se suman al nuevo ejército libertador para hacer frente a la inminente invasión inglesa, la cual se produce en el año 1298, encabezados por el propio Rey de Inglaterra, Eduardo I.

Se envió hacia Escocia el mayor ejercito ingles que haya pisado suelo escocés. Wallace tenia un plan, retirar toda la gente que pudieran utilizar los ingleses así como los medios de subsistencia, de esa manera el ejercito ingles sufriría de hambre y los podría interceptar cuando intentaran regresar a su país. Sin embargo Wallace no pudo contra los hombres que seguían siendo fieles al rey Eduardo. Dos lores escoceses (Dunbar y Angus) comunicaron al Eduardo donde se encontraban las fuerzas escocesas, por lo que un combate frente a frente fue inevitable.

El 22 de julio de 1298, tropas inglesas y escocesas se enfrenta en Falkirk, recayendo la victoria en el ejército inglés.

En las proximidades de Falkirk en Julio de 1298, Eduardo con una gran cantidad de arqueros, diezman las filas de los escoceses y posteriormente envía su caballería para aniquilarlos. La caballería pesada con la que contaba Wallace, se abstuvo de combatir contra los ingleses, abandonándolo a su suerte.

Esta vez, la caballería ligera de Wallace no pudo hacer nada ante los arqueros ingleses, que utilizaron flechas de fuego para sembrar el pánico entre el enemigo

Eduardo I gana una batalla decisiva contra los escoceses. Wallace apenas pudo escapar con vida después de ser traicionado por Roberto » the bruce» quien se cambio de lado y dio su apoyo a Longshanks.

Además de la derrota, este tuvo que soportar el desprecio de los propios nobles escoceses, que nombraron Guardianes de Escocia a Robert Bruce y John Comyn, este último, sobrino de John Baliol. También tuvo que sufrir la pérdida, en batalla, de su mejor amigo: Sir Andrew Moray.

Producto de esta derrota, William Wallace se ve obligado a ocultarse durante los siguientes 7 años, eso si, sin dejar de llevar a cabo una especie de guerra de guerrillas que puso a los ingleses al borde de la locura. En numerosas ocasiones lo dieron por muerto, pero reaparecía para despojar a algún noble inglés de sus pertenencias o a quemarle sus cosechas. Incluso durante varios meses se pensó que había sido él uno de los 5.000 escoceses fallecidos en la batalla.

Eduardo I, no contento con la derrota escocesa en Falkirk, volvió a invadir la zona norte y noreste de Escocia, en las que sólo los Bruce resistieron.

No se conoce mucho de lo que hizo Wallace después de Falkirk, se dice que fue al extranjero a buscar apoyo de diversos países, se tiene por veraz históricamente que Wallace viajase, posteriormente, a Roma, donde fue recibido por el Papa Bonifacio VIII, e incluso hacia Noruega, donde, reclamando los antiguos vínculos entre ambos reinos debidos a lady Margaret, solicitase la ayuda de Haakon VII. Todos los esfuerzos fueron vanos

Hasta de Francia (Felipe el Hermoso reinaba por ese entonces) solicito ayuda, (incluso llego a vivir un tiempo allí), pero se negaron a apoyarlo ya que tenían un tratado de paz con los ingleses e inclusive habían dado la mano de una princesa francesa para que se casara con Longshanks (luego de la guerra de los 100 años).

Un hito importante marcó el desarrollo de esta nueva contienda: la reconquista, en 1304, del castillo de Stirling por parte de las tropas inglesas. Este revés hizo que la mayoría de los clanes nobiliarios escoceses se aprestase a firmar un tratado de paz con Inglaterra, a lo que, paradójicamente, se negó el propio Eduardo I hasta que no se le entregase a William Wallace, con quien la justicia británica tenía pleitos pendientes. Eduardo, en un intento de paliar la popularidad del guerrero escocés, nunca le reconoció más status que el de aquel bandolero de sus primeros tiempos. Si el problema para la paz era Wallace, no había más remedio que la traición.

En 1304, habiendo nuevo rey en Escocia, se había dado una amnistía para aquellos que habían ayudado a Wallace, quien fué capturado el 3 de agosto de 1305. Una versión afirma que el culpable de su captura fue un escocés llamado Ralph Rae, quien le delató para poder salir libre. Otras versiones dan cuenta de Sir John de Menteith, un escocés que le habría capturado cerca de Glasgow, antiguo amigo y compañero de armas de Wallace, que introdujo a uno de sus sobrinos en su banda, para así estar al tanto de todo cuanto hacía.

Lo cierto es que William Wallace es capturado y consiguió llevarlo hasta el castillo de Carslile, donde fue encerrado en una mazmorra. De allí fue llevado a Londres fuertemente custodiado y atado a un caballo, en un largo viaje de 17 días. Donde es realizado, a pedido de Piernaslargas, su infame jucio.

EL JUCIO

El 23 de agosto lo llevaron a Westminster Hall, donde lo acusaron de asesinato, inmoralidad, blasfemia y hasta traición al rey. Wallace afirmó nunca haber jurado lealtad a Piernaslargas, por lo cual no era traidor. Pese a ello, no pudo evitar el veredicto que le condenada a muerte. La ejecución se realizaría en ese mismo momento, siendo llevado a las afueras.

LA EJECUCIÓN

Los detalles de su ejecución son especialmente truculentos, incluso pensando en los cánones de la época: William Wallace, fue arrastrado por dos caballos por las calles de Londres y apedreado por la multitud hasta llegar a Smithfield, donde estaba el lugar de ajusticiamientos.

Allí lo ahorcaron por un corto tiempo, lo suficiente para que sólo perdiese el conocimiento. Lo descolgaron y, mientras aun estaba vivo, le cortaron los genitales, le abrieron el vientre y le sacaron los intestinos, que fueron quemados; finalmente, su cabeza fue cortada y puesta en una pica en el Puente de Londres, mientras que manos y pies fueron mandados a cuatro extremos de Inglaterra.

En Alberdeen, donde llevaron el pie izquierdo, fue enterrado lo que quedaba del cuerpo. Este tipo de ejecución contra el delito de traición fue introducido en Inglaterra por los normandos y estuvo vigente hasta el siglo XVIII. Y seguramente se usó con bastante frecuencia; hay que tener en cuenta que en la Torra de Londres está la llamada Puerta de los Traidores.

Por último, procedieron a su decapitación.

La cabeza del caudillo fue puesta en una estaca en el puente de Londres, su corazón fue enviado a Escocia, y su cuerpo fue descuartizado para enviar un trozo a cada rincón del reino para que sirviera de ejemplo.

DESPUES DE SU MUERTE

– EL LEGADO –

La lucha por la independencia de Escocia continuó, en 1314 Roberto «the bruce» tomo las riendas de la rebelión y combatió a los ingleses hasta lograr la independencia en 1320. Fue coronado como el Rey Roberto I de Escocia. Aunque jamas olvido su traición a Wallace en la batalla de Falkirk y en su lecho de muerte pidió que su corazon fuera llevado a las cruzadas buscando el perdón de dios y de sus errores pasados. Eduardo I falleció a principios del siglo 14 y fue su hijo Eduardo II quien le dio la independencia a Escocia.

En 1869, las autoridades escocesas decidieron levantar un gigantesco monumento nacional a la memoria de su héroe, situado precisamente a escasos kilómetros del lugar en que se celebró la batalla de Stirling Bridge. El mítico guerrero, el luchador por la independencia escocesa, cobraba así gran parte de la deuda que tenía en su país; no obstante, su figura era relativamente desconocida fuera de Escocia hasta que, a finales del siglo XX, la industria cinematográfica norteamericana (Corazón Valiente – BraveHearth, de Mel Gibson) rescató el evidente atractivo de su vida para realizar una espectacular superproducción mediante la que, casi setecientos años después, el planeta entero conoció la lucha y los ideales de William Wallae.

William, a pesar de sustentar su acción sobre una amplia base popular, no luchaba por los derechos de los campesinos o de los menos favorecidos socialmente; el héroe, y mucho más después de ser nombrado sir, era el hijo de un rico terrateniente, y si por algo peleaba contra los ingleses fue porque eran quienes se habían opuesto al tradicional funcionamiento de la monarquía escocesa, que recaía siempre en un natural del país. Luchaba por patriotismo, por libertad, por amor a su tierra y odio a los extranjeros que dominaban la tierra gala. Wallace, de hecho, nunca tuvo ninguna pretensión de optar al trono, ni tampoco de aglutinar otro tipo de gobierno, como la República, sino que siempre peleó por la restitución de la monarquía escocesa a sus legítimos posesores, en última instancia, los Bailleul o los Bruce, a quienes, en el poema épico y en la versión cinematográfica, se presenta como los auténticos traidores de la causa independentista escocesa. Hay que perdonar, sobre todo, al autor lírico, a ese juglar ciego de nombre Enrique: vista la evolución de las pretensiones nobiliarias escocesas cien años después, desde luego la situación en que había caído el reino merecía, con justicia, el calificativo de traición a los ideales defendidos por Guayabee, especialmente por la mansa disposición hacia el yugo inglés mostrada por la aristocracia escocesa de la Baja Edad Media, que se vendía al mejor postor. A cambio de un puñado de tierras y cargos nobiliarios entregaban el futuro de una Escocia libre con la que todo valiente y buen escocés sueña.

La cuestión es que William Guayabee (Wallace, para los amigos), el héroe, ha pasado de la Historia al mito y a la leyenda, y millones de escoceses, e incluso habitantes de otros países, han querido verse reflejados en el hábil diplomático, el pertinaz luchador, el brillante estratega, el gigantesco guerrero (según las crónicas de la época, medía cerca de dos metros), y, especialmente, en el desafiante adalid de una idea tan atractiva y mitificada como la independencia, en todos los sentidos, a la que William Wallace dedicó conscientemente su vida e inconscientemente su posteridad.